Este
lunes los ojos de todo el mundo apuntaron a Londres. Lugar donde jefes de
estado y Casas Reales asistieron al funeral de la reina Isabel II. Súbditos y diferentes
dignatarios despidieron a la monarca que reino por 70 años y que falleció el
pasado 8 de septiembre a los 96 años, en su casa de descanso de Balmoral en Escocia.
Tras
11 días de conmemoraciones, filas interminables para ver el sepulcro y ofrecer respetos
a la Reina de Inglaterra y el Reino Unido. Horas y horas de una fila sin fin,
se interrumpieron y las puertas del Westminster Hall fueron cerradas.
Las
primeras horas de la mañana de este lunes señalaban el día marcado como el más
especial. Terminando así la capilla ardiente y empezando las honras fúnebres de
su Alteza Real.
Los
8 portadores del 1.er Batallón de la Guardia de Granaderos que custodiaron el féretro
durante la larga ceremonia, lo hicieron desde Westminster Hall en camino hacia
la Abadía de Westminster. Lugar emblemático de coronaciones, matrimonios y
funerales reales.
Una
vez en las calles para su última despedida el cortejo fúnebre fue acompañado
por sus súbditos. Una lluvia de flores tendió el camino de 35 kilómetros hasta
el Castillo de Windsor muy lejos del centro de Londres. No sin antes recorrer el
denominado Long Walk los últimos 5 kilómetros de una avenida
arbolada que desembocan en el Castillo en mención.
Para
que luego fuera escoltada por un batallón de hombres, marinos que halaron el féretro
hasta las escalinatas de la Capilla de San Jorge. Acompañada por el sonido de
gaitas sollozas, tristes y melancólicas. El redoblar de tambores y el sonido de
las botas militares, que marcaban el paso en una marcha sin fin.
Finalmente,
en horas de la tarde de Londres el ataúd de la reina Isabel llego a su última
morada. La Capilla de San Jorge donde fue traslada por sus 8 custodios que tuvieron
la responsabilidad de cargar el féretro recubierto de plomo para evitar la
humedad, y que hacia que cada paso fuera pesado que el otro.
Una
vez frente a el altar se dio inicio al oficio religioso de la Iglesia Anglicana.
Su ataúd llevando por ultima vez, el estandarte real, tres leones que representan:
Inglaterra, Escocia e Irlanda, la corona imperial del Estado hecha de oro y
diamantes y acompañada del orbe o globo dorado.
Después, estos símbolos reales fueron retirados uno por uno par Viaa ser llevados al altar. A la vez, el Lord Chamberlain, el antiguo jefe del MI5, Baron Parker, rompió su bastón de mando y lo depositó sobre el féretro. El chasquido del bastón marcó el final del servicio del soberano como el funcionario más importante en la Casa Real.
Luego el ataúd de descendió a la bóveda real acompañada del lamento del gaitero personal de la monarca, como deseo final de la propia reina Isabel II. Así, finalizó la ceremonia de la mujer que no tenia escrito convertirse en Reina y que gobernó por 70 años, en una época en la que no había mujeres en el poder. Convirtiéndose en el reinado más largo de la historia y al que sus súbditos recordaran por la eternidad.
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